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El primer mercado de los sábados

Hace 75 años, con la entrada de enero, dejó de celebrarse el tradicional mercado dominical por deseo expreso del párroco de La Encina en su lecho de muerte, cansado del estruendo a las puertas de la basílica durante la misa
V. Silván / El Día de León

Hace 75 años, con la entrada del nuevo año 1943, dejó de celebrarse el tradicional mercado de los domingos, que venía ocupando ese día la plaza de La Encina desde el siglo XIX y mientras se seguía manteniendo el mercado de los miércoles con licencia real «desde tiempo inmemorial».

Su supresión por parte del Ayuntamiento de Ponferrada y su traslado al sábado «a partir del primero de enero de 1943» respondió al cumplimiento de un deseo expreso del entonces párroco de la basílica de La Encina, Julio Santos, en su lecho de muerte. Tal y como recoge el acta de la sesión plenaria en la que se aprobó este acuerdo «por unanimidad», el alcalde «hace presente el hecho trascendentalísimo que a nadie se le oculta».

«El pasado jueves al serle suministrado el Santo Viático al virtuoso y estimado párroco de Nuestra Señora de la Encina, quien en emocionadas frases hubo de rogar a autoridades y jerarquías en tan solemne momento , y como última quizá actuación de su sagrado ministerio, dirigiesen las gestiones necesarias para que el primer domingo de 1943 ya no se celebrasen los tradicionales mercados por el bien moral y material que había con ello de alcanzar Ponferrada», recoge.

Así, la «súplica» del cura «en peligro de muerte» se convierte para la Corporación municipal del momento en «la ejecución de una voluntad testamentaria de quien tanto se interesó por su parroquia», consiguiendo la abolición de un mercado tradicional con el que no habían logrado acabar antes ni la encíclica Rerum novarum del papa León XIII de 1891 –presentaba el descanso dominical como un derecho del trabajador y que el Estado debía garantizar– ni la Ley de Descanso Dominical de 1904, ni la legislación que en tiempos de Primo de Rivera adaptó el convenio de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) de 1925 y fijaba el domingo como día de descanso semanal – el Consistorio consiguió una autorización ministerial para seguir celebrándolo–.

Tampoco lo logró la aplicación del Decreto de la Jornada Máxima Legal de la II República ni la llegada del régimen franquista y su legislación laboral prohibicionista, según cuenta el historiador Miguel J. García en un artículo de la revista Bierzo. Nada parecían importar los derechos de los trabajadores y el mercado de los domingos en plaza de La Encina seguía sobreviviendo, hasta que entran en juego los intereses de la Iglesia.

«Era cada vez más molesta para los sacerdotes que oficiaban en La Encina ante el estruendo en los puestos de frutas y verduras que se colocaban junto a las verjas del atrio y el de las caballerías atadas detrás de la basílica y barrio de San Andrés», explica García.

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El reportaje ‘El primer mercado de los sábados’ en El Día de León. Publicado el 30 de diciembre de 2017.

Con el acuerdo de suprimir el mercado del domingo, la Corporación decide trasladarlo al sábado de cada semana, «con lo que en lo sucesivo tendrán lugar dichos mercados los miércoles y los sábados», con el reparto de pasquines anunciando el cambio «al comercio y pueblos comarcanos para su conocimiento y efectos».

Además, se acordó su resolución con «carácter de urgencia» ante la «gravedad del párroco proponente a fin de que pueda ver traducidos sus deseos en hechos reales». Y el cura Julio Santos resistió para verlo. Falleció el 1 de enero de 1943, coincidiendo con ese primer sábado de mercado.

Desde el siglo XV

La raigambre de los mercados semanales en la capital berciana queda acreditada desde la concesión por los Reyes Católicos en el siglo XV de un mercado franco todos los miércoles y que se celebraban en el ‘mercado viejo’, junto al castillo, para trasladarse a partir del siglo siguiente ya a la plaza de La Encina – entonces plaza Mayor– e, incluso, después llegó a simultanearse con la plaza de las Eras –ahora plaza del Ayuntamiento–, utilizando los soportales de ambas.

En el siglo XIX se vivió un boom, escribe Gil y Carrasco, «por el sinfín de gallegos que por allí cruzan y por la actividad del comercio, verdaderamente notable para un pueblo de tan poca importancia y alejado del camino real». «Los soportales de la plaza se llenan de bancos y mostradores portátiles y altas perchas con clavos donde flotan infinidad de pañuelos de algodón y se extienden bayetas de diferentes colores junto a un buen puesto de pañuelos», describe.

Así, también fue necesario abrir una nueva plaza junto al castillo y construir unas cuadras –en el entorno de donde hoy se ubica la Oficina de Turismo– en 1848. Y así se mantuvo el mercado durante siglos en la zona alta de Ponferrada, hasta mediados del siglo XX, cuando el desarrollo de la ciudad a la otra orilla del río con el nuevo barrio de La Puebla le fue ganando el pulso comercial y se quedó finalmente con sus dos mercados semanales, en torno a su nueva Plaza de Abastos, que es la que se mantiene en la actualidad.