Alí, el moro que se quedó por amor

Este soldado musulmán llegó al Bierzo en 1945 para combatir a la guerrilla, pero dejó el Ejército y se convirtió al cristianismo tras enamorarse de una joven berciana, Aquilina Castro.
V. Silván / El Día de León

Su amor no entendió de diferencias culturales ni religiosas, como tampoco fue una barrera el idioma y los prejuicios de una España que acababa de salir de la Guerra Civil. El soldado  musulmán Alí Ben Mohamed Buifrahi y la joven berciana Aquilina Castro superaron todos esos obstáculos y construyeron una familia , convencidos del amor que se tenían.

Este joven, perteneciente al segundo tabor de Alhucemas número 5, llegó al Bierzo en 1945. Según recoge el historiador Diego Castro, su compañía fue destinada a Ponferrada y, una vez en la comarca, «su división fue diseminada por toda la zona, parte de ellos acabaron en la capital berciana, otros en Toral de los Vados, otros en Villafranca, otros en Bembibre o Cacabelos». Su acuartelamiento estaba ubicado en la avenida España -entonces calle Capitán Losada-, dónde hoy está la confitería Pili, y además de sus misiones militares también asignaron a su destacamento militar el trabajo de arrancar algunas hectáreas de viñedo para la construcción de la central térmica de Compostilla.

Y así, un día cualquiera se encuentra con Aquilina Castro, una berciana con ascendencia asturiana y de Bembibre -nieta de Pepón El Cacharrero-, que acaba conquistando su corazón. Con esta nueva situación y cansado del ejército, Alí coge unas vacaciones y viaja a Tetuán, decidido a pedir su licenciamiento después de 12 años, en 1948. «Según cuenta estaba ya harto de la guerra, de tantos años de muerte que le impidieron disfrutar de su infancia », apunta Castro, que añade que ese mismo año consiguió el permiso para dejar el cuerpo pero, al ser un baja voluntaria, «no percibió ninguna pensión».

Regresó a Ponferrada y se casó con Aquilina Castro. Era ya 1949 y contaba con 28 años. No fue fácil y hubo quienes se opusieron a su matrimonio, como fue el caso del sacerdote de la basílica de la Encina que no veía bien el casamiento entre un musulmán converso –fue bautizado en la antigua iglesia de San Pedro- y una católica. «Había derramado la sangre por defenderlos y no querían dejar que me casase», se quejaba Alí al historiador. Finalmente, y por mediación del obispo de Astorga, obtuvo la oportuna licencia para contraer matrimonio y Aquilina y él pudieron darse el ‘sí, quiero’.

«Había derramado la sangre por defenderlos y no querían dejar que me casase con Aquilina»Ali Ben Mohamed Buifrahi

Ahora debía encontrar un nuevo trabajo. Así, fue conserje en Hotel Madrid de Ponferrada, empleado en la construcción de la central térmica de Compostilla, y, como otros cientos de bercianos, tuvo que emigrar a Suiza hacia 1960, donde trabajó como albañil y empleado industrial. No estuvieron mucho tiempo fuera y, en 1966, regresaron y pusieron en marcha la lavandería Aki, en la calle Eladia Baylina, donde se jubiló. El Bierzo fue su verdadero hogar y aquí descansa ya para siempre, tras fallecer en 2010 con 88 años, con su recuerdo vivo en la memoria de su mujer Aquilina, que aún vive en Dehesas, su hijo y su nieto.

De Nador al Bierzo

Pero ese joven Alí tuvo que pasar un sinfín de vicisitudes para llegar al Bierzo desde su Beni Touzin natal, el pequeño pueblo de la provincia de Nador (Protectorado Español de Marruecos) donde vino al mundo el 10 de octubre de 1921 en una familia humilde en plena cordillera del Rif. « A los cinco años se quedó huérfano y, tras la muerte de sus padres, de los que apenas se acuerda, él y su hermano menor pasan a depender de una tía suya, hermana de su madre y residente en el mismo Nador», cuenta Diego Castro.

Con apenas 15 años fue captado para realizar un primer viaje a España en mayo de 1936. «En una especie de plaza a modo de ágora, cerca del gran bazar o mercado de Beni Touzin, un pelotón de militares españoles pedía voluntarios jóvenes para hacer un viaje a España. Les prometían unas vacaciones en la península totalmente gratuitas y Alí y otros muchachos, sin nada que perder y quizás tratando de huir por unos momentos de la miseria imperante en el norte de África, se apuntaron sin pensárselo mucho», relata el historiador, que apostilla que su estancia en Málaga fue «maravillosa» con «largas horas en posadas y mesones, banquetes y jolgorios, y diversiones en parques y tiovivos». Una experiencia inolvidable para un grupo de humildes jóvenes que nunca antes habían salido de casa.

Alí Ben
El reportaje ‘Alí, el moro que se quedó por amor’ en El Día de León. Publicado el 20 de mayo de 2017.

Así, fue muy fácil que un mes después, ya a finales de junio, Alí volviera a presentarse cuando se encontró de nuevo a un pelotón de militares en el mercado que pedían otra vez voluntarios jóvenes para hacer un nuevo viaje a España. «Una vez en Tetuán y, esperando el momento de embarcarse a España como la vez anterior, apareció un teniente que les dijo seriamente: Ya no hay vacaciones», relata Castro, que explica que entonces fueron conducidos a una especie de campamento militar con cientos de jóvenes marroquíes, a los que se les entregaba el uniforme del cuerpo de Regulares del norte de África y todos los demás utillajes, compuestos principalmente por un fusil máuser español con capacidad de cinco cartuchos, unas cananas con 150 balas, cuatro bombas de mano y una manta para dormir por las noches o guarecerse en los momentos de frío o lluvia. Fueron sometidos a un arduo proceso de instrucción militar durante un mes y a principios de agosto de 1936 fueron trasladados en avión hacía algún lugar de Extremadura.

Allí entró por primera vez en combate, apoyando a las tropas del general Yagüe. Tras conquistar Badajoz y Mérida, la columna de Alí seguía su avance hacia Madrid -ya integrado a en la cuarta División de Navarra, mandada por el marroquí Mizzian, por el que él tenía una gran admiración-. «Alí comenta que los combates en Madrid fueron muy encarnizados y, especialmente, en la zona de Carabanchel», recuerda Castro, que señala que después de varios meses su periplo continuó por los frentes de Guadalajara y Teruel, hasta participar en la decisiva batalla del Ebro, siendo herido en ese tiempo hasta dos veces. Tras la victoria de Franco el 1 de abril de 1939, Alí es llamado para combatir la guerrilla, primero en Asturias y después, tras pasar un año en Madrid al servicio de la seguridad de Franco en El Pardo, en el Bierzo.

Alí asegura que nunca participó en ningún fusilamiento, ni durante la guerra ni una vez finalizada. «Con eso no quiero decir que no los hubiera», matizaba, mientras defendía la actuación en concreto de su compañía. «No éramos unos salvajes y pudo haberse producido algún desmán, pero de forma aislada», apostillaba.


Los ‘regulares’ en el Bierzo

Se calcula que cerca cien mil marroquíes lucharon en la Guerra Civil española tras ser reclutados por el Ejército de Franco en las cábilas del Protectorado del norte de Marruecos y en los pobres poblados de Ifni, en el sudoeste de este país africano. Llevados en barcos y en aviones alemanes hacia España, sobre el terreno participaron en todos los frentes de batalla y se fue construyendo alrededor de ellos una imagen de salvajes y sanguinarios que, con motivo o no, generaba una gran miedo entre la población, un «miedo al moro» que de algún modo se reavivó en esos años y sigue arraigado en nuestra memoria colectiva.

«En el Rif había hambre y la gente no tenía que comer. Tampoco encontraba trabajo y había que buscar el pan donde fuera. En el ejército nos daban de comer y una paga», cuenta uno de esos combatientes marroquíes, en uno de los testimonios que recoge María Rosa de Madariaga en Los moros que trajo Franco. «Impulsados sobre todo por las promesas de altos salarios, muchos marroquíes acudieron en las primeras semanas a alistarse con entusiasmo en las filas franquistas», cuenta De Madariaga, que añade que algunos de ellos, que cayeron prisioneros de los republicanos o desertores, aseguraban que «habían sido arrancados de sus campos y hogares y confinados en campamentos militares en Ceuta o Tetuán antes de ser trasladados» o que «les habían engañado con falsas promesas».

Llegaron al Bierzo tras la Guerra Civil para combatir a la guerrilla y tuvieron destacamento en Villafranca y Ponferrada

Varias causas y certificados de defunción son algunas de las pocas huellas que han dejado de su paso por la comarca

Tras la Guerra Civil, la mayoría fueron licenciados y repatriados a Marruecos y solo unos miles quedaron retenidos para luchar contra la guerrilla. Precisamente, los marroquíes que llegaron al Bierzo en los años 40 lo hicieron para hacer frente al maquis, todavía resistente en esta zona. «Ellos vienen aquí a luchar contra la gente que estaba en el monte, mandan  destacamentos que se reparten entre Villafranca del Bierzo y Ponferrada y los van moviendo por los pueblos según sea necesario», explica el historiador Alejandro Rodríguez, que reconoce que hay muy poca información sobre el papel que jugaron los llamados ‘regulares’ en los años posteriores a la contienda en la comarca. «Las pocas referencias que tenemos en la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) es a través de causas militares, la mayor parte incompletas, y algunos testimonios de personas que se vieron obligadas a darles comida y alojamiento y que reflejan ese miedo que había a ellos, alentado por los propios franquistas», apostilla Rodríguez.

De esta manera, se conservan los certificados de defunción de Busman Ben Omar y Hassan Ben Burriat, que fallecieron en Vega de Espinareda y Ponferrada a consecuencia de «un golpe recibido en la cabeza» y «un disparo de arma larga de fuego», respectivamente, en 1940 y 1948, así como algunas de las causas abiertas contra alguno de ellos, principalmente por robos y saqueos. Ese es el caso del expediente 559-1942, que cierra con una sentencia que condena al soldado Sel-lan Mesent Hamed a seis años y un día de prisión militar mayor por un delito de abandono de servicio y tres años, seis meses y 21 días de presión menor y multa de 250 pesetas por otro delito de allanamiento de morada con violencia e intimidación, así como otros seis meses y un día de presidio menor por otro delito contra el honor militar en grado de tentativa. El procesado era un soldado del cuarto tabor de Regulares de Larache que, estando en servicio de armas al pueblo de Villabuena, al llegar a Quilós se separó del resto de compañeros y se dirigió a la casa de uno de los vecinos, Elías Bodelón.

 

Alí Ben
Reparto de tabaco entre los heridos en el hospital musulmán en Burgos. / BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

«Llamó simulando ser la patrulla, llegando de este modo a franquear la puerta. Una vez en el interior de la casa, solicitó que le fueran entregados tabaco, pan y carne», describe la sentencia. Pero las cosas no quedaron ahí y Sel-lan Mesent Hamed habría registrado la casa y encontrado a la hija de 21 años en una de las habitaciones, que se zafó de él y se refugió en el cuarto de sus padres «El procesado se marchó entonces del cuarto, saliendo a la calle pero advirtiendo que volvería pronto», continúa el relato. Y volvió. A pesar de la negativa a dejarle pasar y encontrarse la puerta cerrada, el regular no dudó en disparar a la cerradura y forzarla a culatazos hasta lograr pasar y dirigirse de nuevo a la habitación de la hija, que en ese tiempo se había escapado por la ventana y dirigido al pueblo, a avisar al alcalde.

Pero no todos los combatientes marroquíes que llegaron al Bierzo cometieron barbaridades o fueron tratados con hostilidad, algunos de ellos se integraron entre las gentes de los pueblos de la comarca, hicieron amigos e, incluso, encontraron el amor como Alí Ben Mohamed Buifrahi y Hamed Ben Mohamed Zian. Este último, bautizado como Aurelio, se casó con la joven Adoración Pintado, con la que compartió su vida en Toral de los Vados hasta su fallecimiento en 1986.

Alí Ben
Visita de Millán Astray a la localidad de Larache, en Marruecos, en julio de 1938. / BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA
Alí Ben
Un desertor marroquí del ejército sublevado forma pareja con un miliciano en un reconocimiento a caballo. / EFE

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *