Las hijas del carbón

Un documental ensalza el trabajo y el sacrificio que realizaron las mujeres en las minas del Bierzo a través de la historia de Celia López Rubial, que sacó adelante a una familia de cinco hijos lavando y descargando vagones de carbón.
V. Silván / El Día de León

Celia. Las hijas del carbón. Ese es el título del documental dirigido por Montse Blanco y con el que quiere rendir homenaje a todas esas «mujeres mineras» a través de la figura de su abuela, que fue una de ellas. Un trabajo audiovisual que nace en el contexto del colectivo de mujeres Circes de Barcelona y uno de sus talleres sobre género e inmigración para la transformación social. «El proyecto final de ese taller era presentar una grabación en la que nos sintiéramos implicadas y a mí se me abrió el cielo. Por fin iba a poder llevar a cabo una idea que venía rondándome por la cabeza desde hace algún tiempo», cuenta Montse, que tenía en mente a su abuela materna, Celia, «que se dejó la piel para mantener a su familia, trabajando en la cuenca minera del Bierzo».

«Había llevado una vida que merecía la pena ser contada», recalca la realizadora de este documental amateur, que se centra en el papel que jugaron estas mujeres y que tantas vecesha sido ignorado. «Es una injusticia perder la memoria, es hora de hablar en femenino y plural, en concreto sobre estas valientes mujeres que han construido este país con su trabajo y su esfuerzo. Me parecía una deuda que la sociedad tiene con ellas», insiste Montse, que quiere que esa modesta cinta sirva de reconocimiento «a todas las mujeres mineras que tan invisibilizadas han sido, que parece que la historia se las hubiese tragado, cuando fueron ellas las que tragando el polvo del carbón, hicieron también historia».

«Es un reconocimiento a todas las mujeres mineras que tan invisibilizadas han sido, que parece que la historia se las hubiese tragado, cuando fueron ellas las que, tragando el polvo del carbón, hicieron también historia»Montse Blanco

Así, con el apoyo del colectivo Circes, que le ha facilitado el material audiovisual y le ha ayudado en el montaje -el trailer ya está colgado en Vimeo-, la nieta de Celia se ha animado a contar la historia de su abuela en un documental con dos partes diferenciadas. Una primera parte grabada entre Barcelona, con los testimonios de su madre, y Villamartín del Sil, donde entró en contacto con otras mujeres que conocieron a su abuela y visitó las minas en las que ella trabajó, mientras que en una segunda parte se acerca a la situación actual que atraviesa el sector minero en el Bierzo y Laciana.

Tras grabar en su casa en Barcelona, donde su madre cuenta la historia de su abuela, con una vida plagada de dificultades y obstáculos a los que hizo frente con carácter y valentía,  Montse continuó el rodaje en Villamartín del Sil (Páramo del Sil), pueblo en el que Celia se crió. «Pude hablar con sus gentes, hombres y mujeres que con tanto cariño y ternura recordaban a mi abuela», apostilla su nieta que, acompañada por sus tíos Rosa y José –que emigraron a Barcelona en los años 60–, visitó también los pozos mineros en los que Celia trabajó lavando carbón y descargando vagonetas de mineral, los del Trinitario y La Cazadora.

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Algunas de las mujeres mineras que trabajaron en las minas del valle del Sil, como Celia. /Archivo Montse Blanco

Una de esas mujeres que participa en Celia. Las hijas del carbón es Tina. Ellas trabajaron juntas en la mina y la recuerda como «una mujer orgullosa y, a la vez, algo triste ». «Era mujer muy trabajadora y muy valiente, pero llevó una vida muy dura», cuenta. Así son también los recuerdos de Encarna, que asegura que Celia era como una esclava, «todo el día trabajando en la mina, sacando vagonetas y lavando carbón, y luego le esperaba el trabajo de casa, con sus cinco hijos y su marido accidentado en la cama ». «Y luego tenía que coger el balde de ropa y, hala, a la fuente a lavar, en pleno invierno con el frío que hacia», apostilla Magdalena otra de las mujeres de Villamartín.

Los recuerdos despiertan las emociones y también el miedo con el que esas mujeres vivieron esos difíciles años. «Que no vuelva esa época por favor, que no vuelva», clamaba una de ellas. «La miseria de la postguerra no se olvida», puntualiza Montse Blanco, que en su visita a este pequeño pueblo también que encontró con una de las vecinas de su abuela. «Cada vez que me acuerdo de tu abuela, cuando le subíamos el niño a la mina para que le diera la teta, es que me entran ganas de llorar», le confiesa Dolores.

«Cada vez que me acuerdo de tu abuela, cuando le subíamos el niño a la mina para que le diera la teta, es que me entran ganas de llorar»Dolores, vecina de Villamartín del Sil

Mujeres activistas

Esa parte del documental, más personal y emocional, abre paso a una segunda parte más reivindicativa. «Esa parte la grabamos en Laciana, donde se llevaba años explotando el carbón a cielo abierto, dinamitando las montañas y destrozando el valle», explica Montse Blanco, que advierte que esa actividad tuvo consecuencias en la contaminación de los ríos y de las cosechas. Estas explotaciones fueron declaradas ilegales por el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo de León y también por sentencias de la Unión Europea.

«Allí estaban vecinos y activistas, haciendo piña en una lucha interminable contra el desastre ecológico y económico que supone la explotación a cielo abierto que, como bien dicen las compañeras de S.O.S. Laciana, no son mineros, sino que bandolier phone casebest replica watch websitesuseful site ponen a los obreros en la categoría laboral más baja para pagarles salarios de miseria. Una vez extraído el mineral con maquinas excavadoras, las explotaciones no dejan ni oficio ni beneficio en la zona, sino este paisaje desolador», lamenta.

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El reportaje Las hijas del carbón en El Día de León. Publicado el 11 de diciembre de 2016

En Sosas de Laciana, entrevistó a una joven activista, Jana, que habla «sin pelos en la lengua» sobre la situación que lleva soportando la comarca lacianiega. «Desde amenazas a agresiones, por parte de quien defendía el desastre, para el que se utilizaron las subvenciones europeas», advierte Montse, que explica que estas ayudas estaban pensadas para reconversión minera, con inversiones en la zona que durante años fueron gestionadas también por la Junta. «Se pusieron en manos del magnate Victorino Alonso, quien se llevó el pan y dejó el hambre, así hasta decir adiós a los fondos Miner», puntualiza.

Así, reconoce también el espíritu de estas otras mujeres que, «con uñas y dientes, defendieron la tierra que las vio nacer y crecer» para evitar que la devastación del valle fuera a más. «Conectar la primera parte del documental con la segunda no es fácil, pero es imprescindible para entender como hemos pasado de la era postfranquista a la modernidad, de la miseria al todo vale para enriquecerse lo antes posible y pasando por encima de quien sea», reflexiona la realizadora, que entiende que de esta manera cada uno puede sacar sus conclusiones para entender la crisis actual.

Montse Blanco

Nieta de Celia
«Está dedicado a las mujeres mineras, tan invisibilizadas»

Nacida en Cueto, Montse Blanco vivió en Ponferrada hasta los 17 años, cuando se trasladó con su familia a vivir a Figueres (Girona) y después a L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona). «Tuve que salir de mi pueblo natal, de mi ciudad, para buscarme la vida como tantas mujeres y hombres», cuenta.

Con compromiso.

Tras grabar en el Bierzo, Montse Blanco regresó a Barcelona «emocionada», según ella misma reconoce, con todo lo que había visto y oído. Una emoción en la que le han acompañado las mujeres del colectivo Circes, gracias al cual el documental verá la luz. «Me encantaría mostrarlo en el Bierzo», asegura la nieta de Celia, que también se muestra muy agradecida con la ayuda que ha recibido de todos los vecinos de Villamartín del Sil y Sosas de Laciana durante la grabación, así como su colaboración en el documental.

Desde L’Hospitalet de Llobregat, esta berciana se muestra preocupada por la situación de las mujeres en la sociedad actual. «Queda tanto por hacer y no pierdo la ilusión de que las cosas cambien, por ello me movilizo y me implico en temas sociales y políticos», explica Montse, que quiere que ese documental forme parte de ese compromiso. «En memoria a todas las mujeres de aquí y de allá, no podría estar más contenta de poder mostrar esta pequeñita muestra de una revolución silenciada, la de las mujeres del carbón, que me encantaría presentar en la tierra de mi abuela, que es la mía, en una tierra tan castigada y sin embargo tan bella, el Bierzo», cierra Montse.


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Celia López Rubial./ Archivo Montse Blanco

Una mujer minera

La historia de Celia López Rubial es la historia de una mujer fuerte y valiente, como la de tantas mujeres que, como ella, han tomado las riendas de su vida en momentos difíciles para salir adelante y tirar de su familia. Esta «mujer minera» nació en Librán (Toreno) en 1927 y apenas tenía nueve años cuando estalló la Guerra Civil y sus ojos de niña tuvieron que encontrar a su padre muerto, tirado en una cuneta, víctima de la represión.

«Lo había asesinado un falangista porque quería una viña que mi abuelo tenía en propiedad», cuenta su nieta, Montse Blanco, que puntualiza que su bisabuelo Balbino, también minero de profesión, «no estaba ni implicado en política ni en religión». «Por eso el cura no lo quiso enterrar, como a tantos miles de personas que siguen vivas en nuestras memorias», apostilla.

Tras la muerte violenta de su padre Balbino, su madre no tuvo otra opción que emigrar a Argentina, a donde se fue con todos sus hermanos y ella, Celia, se quedó en el pueblo. Poco tiempo después conoció a Aurelio, con el que se casó muy joven, se quedaron a vivir en Villamartín del Sil (Páramo del Sil) y tuvieron cinco hijos -tres niños y dos niñas-.

Pero la vida volvió a golpear duro a Celia. Su marido sufrió un grave accidente en la mina -le cayó una viga encima y le partió la columna, manteniéndolo postergado en la cama durante más de un año- y era necesario trabajar para dar de comer y sacar adelante a sus hijos. «Ella lo cuidó cuando tuvo aquel gravísimo accidente en la mina, que nunca fue reconocido como tal y por lo que no tuvo ningún tipo de paga ni asistencia», relata Montse, que explica que fue su abuela Celia «quien se ocupó de traer el pan a casa y de cuidar a sus cinco hijos».

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Celia, con su marido y sus cinco hijos./ Archivo Montse Blanco

Primero trabajó, junto a otras mujeres, en el lavadero del carbón y después, como necesitaba ganar algo más de dinero, pasó a estar en la bocamina para descargar los vagones del mineral. «Cuando salían las vagonetas de carbón, ella las tenía que empujar y descargar, después las volvía a meter para adentro», cuenta su hija menor, Antonia, la madre de Montse.

Su nieta asegura que «no era una abuela al uso». «Era una mujer que tomaba sus decisiones y fue ella la que decidió irse de Villamartín del Sil para que sus hijos no fueran a la mina porque quería otro futuro menos duro para ellos», insiste su nieta. Entonces, Celia compró una casa con parcela en Bárcena del Bierzo -uno de los pueblos que fueron levantados para acoger a las personas que se quedaron sin hogar por la construcción del pantano- y se dedicó a la tierra. «Era lo que sabía hacer y con la fuerza y tesón que tenía no podía quedarse encerrada entre cuatro paredes», añade.

A veces también fue incomprendida, por atrevida, ya que tenía su carácter y «nunca fue una mujer pudorosa ni tímida, se vestía con colores alegres y llevaba pantalón -algo no habitual en aquellos años-». «Celia miraba de frente con esos ojos clariazules, decía las cosas a la cara, sin remilgos ni rodeos, tal cual lo sentía», describe su nieta, que asegura que también era una mujer alegre, a pesar de todo lo que había sufrido en la vida.

«Le gustaba cantar», recalca, mientras recuerda todas las historias y anécdotas divertidas del pueblo que le contaba su abuela Celia, junto a sus recuerdos duros de la mina, las terribles condiciones de trabajo y el frío que pasaban. «Le tocó vivir una época en la que se quería tener a la mujer guardada bajo llave y ella cogió las llaves de su casa para entrar y salir cuantas veces fuera necesario para ganarle la partida a la supervivencia. Y se la ganó», concluye Montse.

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