V. Silván / El Día de León
Fotos: César Sánchez

Con la aparición del primer vino mencía elaborado en Australia, surge la necesidad de poner aún más en valor el territorio al que esta variedad se ha ido históricamente adaptando con el paso de los siglos y concretar y precisar más la procedencia de sus uvas. Algo que ya tiene en cuenta el Consejo Regulador de la Denominación de Origen (DO) Bierzo, que ya está rematando el borrador del nuevo pliego de condiciones y que presentará en las próximas semanas en la Junta de Castilla y León para iniciar un proceso que aún se puede alargar hasta tres o cinco años. El nuevo documento apuesta por la zonificación y poner de nuevo en valor la elaboración de vinos de municipio, de pueblo o de pedanía, de paraje, de finca o de viñas especiales.

«Ya no es sólo hablar de mencía, o godello en su caso, sino que se trata de revalorizar su origen dándole más valor al nombre del lugar de donde proceden los vinos», explica Ricardo Pérez Palacios, vocal de la DO Bierzo y miembro del grupo de trabajo que está desarrollando el nuevo pliego. El concepto clásico de denominación de origen se sustenta sobre tres pilares que son el lugar, con unos suelos y un macroclima característico, las variedades de uva y, por último, la añada.

Hasta ahora, siguiendo a grandes e históricas denominaciones como Rioja o Ribera de Duero, se ha apostado por la regionalización y por la elaboración de vinos de grandes mezclas -utilizando uvas de toda la zona adscrita a la DO-, mientras que el nuevo modelo hacia el que se tiende busca más concreción y precisión en su origen, reconociendo que dentro de una misma denominación hay elementos muy diferentes que llevan también a vinos muy diferentes.

«Eso es muy rico y hay que revalorizarlo», defiende Pérez Palacios, que pone como ejemplos las grandes diferencias entre los vinos de Rioja Alta y Rioja Baja o el caso de Ribera de Duero, donde los caldos de los viñedos de Valladolid no tienen nada que ver con los que se elaboran con las uvas de Soria. «Lo más lógico sería hacer zonificación en esos casos y en el Bierzo pasa lo mismo. Nosotros apostamos por seguir haciendo vinos regionales, es decir, el vino del Bierzo como hasta ahora, con su carácter de vinos amables, redondos y frescos, pero después se debería ir revalorizando el origen concreto de los vinos y con sus diferencias», añade el bodeguero y viticultor.

Y es que dentro de la comarca hay suelos muy diversos y viñedos con grandes diferencias de altitud y orientaciones, con un microclima específico. Todo eso hace que pueda existir esa rica variedad dentro de la DO Bierzo.

Zonificación

Esa zonificación es algo que ya se ha empezado a hacer desde hace años en la DO Priorat, siguiendo un modelo también presente en otros países como Francia, Italia o Alemania que tiene básicamente como objetivo buscar la singularidad de los viñedos y los vinos, así como ensalzar la importancia del terruño -el también llamado terroir– en una apuesta por una mayor calidad. En esa tarea está ahora el Consejo Regulador, tratando de hacer una caracterización del viñedo que respalde la existencia de diferentes zonas o subregiones dentro de una misma denominación de origen.

Para ello habrá que fijarse en criterios muy concretos como pueden ser el tipo de suelo, prácticas tradicionales en el trabajo en la viña y elaboración del vino, las variedades de uva o el microclima, entre otros. Una vez se reconozcan las zonas, el bodeguero o el viticultor deberá certificar la procedencia de esa uva a través de la trazabilidad para poder llevar el nombre de un determinado vino de villa, vino de paraje o vino de finca.

Eso quedará reflejado en el etiquetado, un punto que todavía hay que terminar de definir y matizar. Por ejemplo, El Rapolao, que es un paraje podría ser utilizado y compartido por aquellos bodegueros que elaboren sus vinos con uvas de sus viñedos y que certifiquen suorigen y lo identificarán en la etiqueta como ‘El Rapolao.Vinos de paraje’, que al mismo tiempo será un vino de Valtuille, de Villafranca y del Bierzo.

«Es una evolución piramidal, de lo más amplio a lo más concreto», puntualiza Pérez Palacios, que insiste en que la zonificación abre la puerta a la posibilidad de hacer un vino diferente pero «en ningún caso va a impedir a nadie hacer el vino del Bierzo que ya está haciendo». «Es algo nuevo, una nueva forma a la que podrá apuntarse el que quiera», recalca el bodeguero, que defiende la importancia de que un organismo oficial certifique el origen de la uva.

Diez municipios más

Por otro lado, el nuevo pliego de condiciones también ampliará los límites actuales de la denominación de origen e incorporará diez municipios más, pasando de 21 a ser 31. Así, los vinos de los viñedos de Benuza, Berlanga, Fabero, Folgoso de la Ribera, Igüeña, Oencia, Sobrado, Toreno, Torre del Bierzo y Trabadelo podrá llevar en el futuro la contraetiqueta de la DO Bierzo y sus viticultores vender sus uvas para la elaboración de vinos de la denominación de origen.

«En el Bierzo hay unos municipios que están dentro de la DO y hay otros que tienen viña pero que no están incluidos. Eso es lo primero que vamos a corregir y vamos a incluirlos», cuenta Pérez Palacios, que considera que es «injusto» que teniendo viñedo tradicional unos estén y otros no. «El viñedo que hay en Sobrado es el mismo que hay en Toral de los Vados, el viñedo que hay en Albares es el mismo que hay en Bembibre», apostilla.

Para reconocer a estos diez municipios, desde el Consejo Regulador se ha utilizado como criterio incluir a todos los municipios que tuvieran viñas en el antiguo registro del viñedo del Instituto Nacional de Denominaciones de Origen (INDO) -que después pasó a ser el Registro Vitícola (Revit) de Castilla y León con la cesión de competencias-.

Probablemente, en su momento no se incluyeron porque cuando se creó el Consejo Regulador no había viticultores en esos municipios que vendieran uva a las cooperativas ni bodegas y no se solicitó su incorporación. «Ahora es el momento», insiste Pérez Palacios, que pone el ejemplo de Albares de la Ribera con una bodega bastante grande como Viña Albares y con un joven enólogo que trabaja en Ribera de Duero y que ha empezado a hacer su propio vino, recuperando las viñas de su abuela.

Otras variedades

Otra de las novedades del pliego de condiciones es el reconocimiento de tres nuevas  variedades de uva, que se suman a la mencía, garnacha tintorera, godello, doña blanca, palomino y malvasía. «Vamos a reconocer las variedades tradicionales que están en los viñedos y que se utilizan, aunque su porcentaje sea pequeño. Y son variedades que están incluidas en el catálogo de variedades reconocidas por el Ministerio de Agricultura», cuenta Ricardo Pérez, que señala la próxima inclusión de la estaladiña o pan y carne -también conocida como merenzao- y la negreda en tintos y la chelva en blanco. «La chelva es una variedad blanca que está en los viñedos del Bierzo y que es un poco especial porque normalmente se usa para plaza porque madura muy pronto, pero hay gente que hace también vino con ella y es bueno. Creemos que si se elabora bien y se cría bien puede ser un buen vino y hay gente que lo está haciendo», añade.

En esta línea, puntualiza que hay otros tipos de uva que están en la viña pero no están recogidas en el catálogo de variedades y eso sería ya un trabajo mucho más largo con el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl) para que las reconozca.

De la misma manera, a los tintos, blancos y rosados se añadirá ahora el tradicional clarete que hacían los abuelos en casa, que utilizaban todas las uvas que tenían en la viña y mezclaban tintas y blancas. Este vino deberá ser elaborado con las variedades autorizadas, utilizando entre un 40 y 60 por ciento de uvas tintas e incluyendo durante la fermentación alcohólica entre un 5 y 10 por ciento de hollejos despalillados de blancas y tintas. «Lo tradicional era prensar la uva blanca y después echar sobre el mosto blanco la uva tinta pisada, que le daba cierto color. Eso ha sido siempre un vino tradicional y muy conocido. Ahora queremos recuperar esa tradición y certificar ese vino», reivindica Pérez Palacios.

El primer vino de mencía hecho en Australia

The Antrophocene Epoch es el primer vino mencía elaborado en Australia, con el lanzamiento de la primera añada 2016. Este nuevo caldo
está elaborado por la bodega d’Arenberg, una empresa familiar vinculada al vino desde los años 20 del siglo pasado y ubicada en McLaren Vale, una región vinícola ubicada al sur del continente, cerca de Adelaida.

Así, lo definen como un vino aromático, con una atractiva mezcla de aroma de flores, fresa, frambuesa, cereza y granada que perdura en su paso en boca, y con unos taninos finos y calcáreos en un caldo joven que permite disfrutarlo «en su mejor momento», con toda su frescura.

La mencía de Australia procede de púas o yemas de viñas del Bierzo, que habrían llegado a través de un vivero italiano. «En Australia lo que han hecho es coger una variedad y plantarla, pero nosotros llevamos siglos con esa variedad que ya está adaptada al clima, a la zona, a los suelos… Llevamos siglos de ventaja », defiende Ricardo Pérez Palacios, que insiste en que el concepto de DO no se puede basar sólo en las variedades porque «nos limita a la hora de competir» con la aparición de vinos como el que acaba de sacar la bodega australiana.

«En Australia los costes son mas baratos y no están controlados», añade.