La vendimia de ‘la Faraona’

La bodega Descendientes de J. Palacios recoge las uvas de su viñedo más especial, en el paraje El Ferro de Corullón (León), con las que elabora su vino más diferente y único, “su faraona”.
V. Silván / Agencia Ical

En el alto de Corullón, en el paraje de El Ferro, hay un viñedo de apenas media hectárea en el que sus cepas compiten día a día entre sí para hacer un hueco a sus raíces sobre el escaso suelo que cubre una roca de pizarra, y sus uvas maduran lentamente y en condiciones extremas, coloreadas solo con los rayos del sol de la mañana. Es el viñedo más especial de la bodega Descendientes de J. Palacios y cuyas uvas sirven para elaborar su vino más diferente, La Faraona, del que de esta añada saldrán poco más de mil botellas.

Un verano seco y caluroso ha adelantado la vendimia de La Faraona que otros años podía incluso retrasarse a finales de octubre. “Algún año hemos vendimiado hasta nevando”, puntualiza el enólogo Ricardo Pérez Palacios, que destaca las características “extremas” de esta finca y que aporta unas cualidades muy particulares al vino que se elabora con sus uvas. “Es una viña muy especial”, recalca el bodeguero, que destaca su situación a 975 metros de altitud y su orientación sureste, por lo que solo tiene el sol de mañana.

Estos dos parámetros hacen que sus frutos maduren “muy despacito”, a lo que contribuye también un suelo muy particular, con solo 30 centímetros de profundidad y sobre una roca madre de pizarra, en el que las raíces apenas pueden crecer y extenderse. “Eso hace que las raíces de las cepas sean muy superficiales y que haya mucha competencia entre cepas, por lo que hay muy poca producción, cada planta da muy pocas uvas”, explica Pérez Palacios, que añade como otra peculiaridad su gran pendiente y su ubicación sobre una falla tectónica, testigo de una erupción volcánica hace millones de años con la presencia de minerales como basalto o titanio.

Todo influye para dar ese carácter extremo e intenso al vino que se elabora única y exclusivamente con todas las uvas que se vendimian en este viñedo, con la variedad mencía como nota predominante, aunque también se incluyen racimos de alguna cepa que hay de gran negro, garnacha tintorera, valenciana, jerez o godello. Y es que La Faraona no es el habitual vino mencía redondo, goloso y amable, con poca acidez y taninos, fresco y que invita a beber de trago largo. “En La Faraona todos esos rasgos están como más marcados, más acidez, más taninos, un poco más de todo pero siempre muy delicado y en un vino más acuoso con una trama en boca muy diferente y que es al final de la boca donde explota”, describe.

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La vendimia en el viñedo de ‘La Faraona’, en Corullón. / V.S.S.

Además, la nueva añada que salga de estas cepas tendrá matices distintos a la de los últimos tres años para dar paso a un caldo “más continental” frente al carácter atlántico del 2012, 2013 y 2014. “Todos los años son diferentes y este verano, tan seco y caliente, hará que los vinos tengan un carácter que no sea el típico del Bierzo”, cuenta Pérez Palacios, que apunta a que serán “más recios y estructurados, con mucha calidad pero que necesitan más tiempo para desarrollarse” a diferencia de los años anteriores, cuando las condiciones climatológicas favorecieron la elaboración de unos Bierzo más jugosos, frutales y muy frescos.

Una atracción a distancia

Ricardo Pérez Palacios desembarcó en el Bierzo, junto a su tío Álvaro Palacios, en 1999 y en 2001 ya había una primera añada de La Faraona. “Desde el primer año ya hicimos esta finca por separado”, explica el bodeguero, que cuenta que el origen de este nombre está en su Rioja natal. “Viene de La Rioja, mi abuelo, cuando iban a comprar el vino a granel te iban dando a probar el vino de la cuba número uno, la dos, la tres, la cuatro y así hasta la última, que era la mejor y decían: Y ahora la faraona. Era como decir que era la reina de la casa”, relata.

Y es que el flechazo entre esa finca y Álvaro Palacios fue inmediato y en la distancia. Cuando tío y sobrino empezaron a viajar a la comarca berciana para conocer esta zona vinícola y poner en marcha su proyecto, los ojos de Álvaro se pusieron sobre ese viñedo nada más bajar el puerto del Manzanal. “Cuando llegas a Ponferrada, ya se ve al fondo el pico de Corullón y entonces mi tío se fijó en ese viñedo, en esa mancha que brillaba en la distancia con un suelo degradado con la pizarra muy suelta y rota, que hacía que tuviera como un brillo a lo lejos, y ya dijo esa va a ser La Faraona, va a ser la Faraona, y con se nombre se quedó”, recuerda.

No falló la intuición de Álvaro Palacios para dar con una finca diferente y única, que incluso fue capaz junto a Ricardo de ir desgranando las características de su suelo sólo probando el vino que elaboraban con sus uvas. “Fue todo intuición y luego, al cabo de los años, en 2006 hicimos la carta de suelos, con las diferencias edafológicas de esta finca, con el geólogo francés Yves Herody, y ya prácticamente la teníamos hecha sólo con probar el vino”, explica orgulloso Pérez Palacios, que señala a continuación el monte quemado por el fuego y que llegó a poner en serio peligro a La Faraona este verano. “La salvamos milagrosamente, estuvimos hasta las cuatro de la mañana y tuvimos que hacer un contrafuego al lado de la viña para frenar el avance del incendio”, apostilla.

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Ricardo explica a uno de los temporeros como se selecciona la uva. / V.S.S.

Una mañana de septiembre

Y salvada del fuego y de la tormenta que dejó más de 130 litros hace un par de semanas, La Faraona estaba este jueves “en su punto” para la vendimia, que lleva apenas una mañana para recoger los 1.100 kilos de uva que produce aproximadamente. Una cuadrilla de poco más de 30 personas se encargan de recoger cada racimo, con una selección de uva ya en la propia viña para que llegue “perfecta” a la bodega, que está ubicada en Villafranca del Bierzo, mientras esperan a que finalicen las obras de su nueva bodega en Corullón -diseñada por Rafael Moneo- y desde la que Descendientes de J. Palacios tendrá a vista su viñedo más especial.

Ricardo Pérez Palacios está pendiente de todo mientras recoge también uvas y da indicaciones a algunos miembros de la cuadrilla de cómo deben tratar los racimos y “limpiarlos” de las uvas secas o pasas, alguna picada por los pájaros y otra que pueda estar podrida para que no afecten a la vinificación. “Lo que hacemos es seleccionar mucho los granos, este año hay que preocuparse especialmente, al haber sido tan seco, de retirar los granos deshidratados que aportan más grado y son más dulces, para que no afecten al sabor que tendrá el vino”, puntualiza.

A la cuadrilla que trabaja todo el año para la bodega, que son gente de la zona de Villafranca, Corullón, Viariz, Cadafresnas u Hornija, durante la vendimia se unen más trabajadores para la recogida, que este año se ha concentrado toda en prácticamente tres semanas. “Este año nos ayudan en La Faraona un grupo de búlgaros y gente de la zona, va cambiando con los años, antes incluso venían peregrinos a vendimiar, paraban dos o tres días y luego seguían el Camino”, explica el enólogo.

 

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Las uvas mencía de ‘La Faraona’, unas de las más valoradas. / V.S.S.

En la bodega

Y de la viña a la bodega, donde el proceso de elaboración del vino de La Faraona no es distinto al que emplean en otros vinos como el Pétalos, Las Lamas o Moncerbal. “Lo importante es tener uva buena, la diferencia la marca la finca, el tipo de suelo y la uva”, apostilla Pérez Palacios, que explica que ellos han tratado de adaptar la manera tradicional de elaborar el vino en esta zona del Bierzo. Por ello, despalillan y dejan debajo una cama de uva entera pisada, una maceración de dos o tres meses antes de prensar y pasar el vino a la barrica de roble francés.

“Cuando llegamos aquí probamos diferentes vinos y los que nos atrajeron eran los vinos que se hacían en casa que, a pesar de la rusticidad, tenían mucho carácter”, añade el bodeguero, que destaca también que sus vinos no tienen ningún aporte de química, sólo un poco de sulfuroso después de la fermentación y justo antes de embotellar. Y es que entiende que el viticultor tiene que dejar que el vino sea reflejo de su origen, de donde viene, de la tierra. Una vinificación que permite que en cada trago de La Faraona haya algo de ese viñedo de El Ferro de apenas media hectárea en el que sus cepas compiten día a día entre si para hacer un hueco a sus raíces sobre el escaso suelo que cubre una roca de pizarra y sus uvas maduran lentamente y en condiciones extremas, coloreadas solo con los rayos del sol de la mañana.

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