Los ‘CSI’ de la memoria histórica

DE LA BALÍSTICA AL ADN. Sus investigadores buscan a cada víctima, recogen pruebas y analizan las evidencias para resolver los crímenes del franquismo
V. Silván/ El Día de León
Fotos: César Sánchez

En el laboratorio de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Ponferrada no suenan de fondo las canciones de The Who, ni en sus pasillos se cruzan los agentes Grissom, Catherine, Horatio o Calleigh, pero cuenta con su propio equipo de ‘CSI’ (Crime Scene Investigators). Sus investigadores, Marco González, René Pacheco, Nuria Maqueda y Alex Rodríguez junto a los voluntarios, como los personajes de la popular serie de televisión, bucean en cientos de registros y documentos, estudian la escena del crimen y recogen pruebas, analizan las evidencias y encajan las distintas piezas para encontrar e identificar a las víctimas del franquismo.

Su investigación sienta sus bases en un importante trabajo previo que tiene como principal protagonista al historiador Alex Rodríguez, que realiza un análisis profundo de archivos militares, actas de defunción, registros parroquiales, consejos de guerra y diferentes expedientes.

Cientos de papeles y testimonios que ayudan a la ARMH a seguirel rastro de los desaparecidos, con el último objetivo de volver a reunirlos con sus familias. Toda esa información sirve para reconstruir la historia de cada represaliado y cada escena del crimen para finalmente señalar en el mapa una posible localización de la víctima.

CSI ARMH
El reportaje Los ‘CSI’ de la memoria histórica en El Día de León. Publicado el 16 de octubre de 2016.

Superposición de mapas

Esa búsqueda está ahora respaldada con un nuevo sistema de superposición de mapas que ha empezado a utilizar la ARMH y que permite una localización más exacta y concreta de cada fosa. «Se utilizan fotos de vuelos aéreos del 46, del 56 y del 73 junto a mapas actuales. Con Google Maps, esas capturas se superponen tras haber señalado unas coordenadas y permiten trasladar de forma exacta un punto marcado en el plano de hace 70 años al plano actual», explica el vicepresidente de ARMH, Marco González.

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La superposición de mapas en la última técnica que ha incorporado la ARMH para localizar fosas de la Guerra Civil y el franquismo. se puede leer «P.S. 1935» (Pirotecnia de Sevilla. 1935).

La información que recopila su historiador en las actas de enterramiento o algunos testimonios permiten establecer algunas referencias espaciales que el arqueólogo René Pacheco lleva de los planos antiguos a los actuales. «Con el GPS podemos posicionarnos en el punto exacto donde estaría la fosa», precisa Pacheco, que pone como ejemplo su utilización en la reciente búsqueda de fosas en el antiguo cementerio de El Carmen en Ponferrada.

«Este sistema nos ha permitido saber como eran las dimensiones del cementerio civil, tomando las imágenes aéreas del 46 y marcando las coordenadas con sus límites y superponiendo después la imagen actual», cuenta el arqueólogo.

Así, está técnica también fue empleada para la localización del lugar de enterramiento del berciano Julio Bello en el cementerio de As Covas y otra fosa en el pueblo de Castroncelos, ambos en Lugo. «De esta manera también hemos podido señalar el lugar de enterramiento del guerrillero Manuel Girón en la entrada del cementerio civil de El Carmen», recalca.

Balística

Otro elemento que ayuda a la localización de las fosas es el análisis de balística. Según explica el vicepresidente de la ARMH, Marco González, el detector de metales permite encontrar casquillos y proyectiles y, triangulando su posición, determinar el lugar en el que la víctima o víctimas fueron asesinadas a campo abierto. «Cuando matan a una persona, no iban a tirar de los cuerpos, normalmente abrían una zanja en el mismo lugar o próxima», apostilla González.

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Marco González muestra los proyectiles hallados en una fosa Cádiz. / C. Sánchez
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Detalle de una bala, donde se puede leer «P.S. 1935» (Pirotecnia de Sevilla. 1935). se puede leer «P.S. 1935» (Pirotecnia de Sevilla. 1935).

Precisamente, ahora mismo tienen en el laboratorio para su estudio una serie de casquillos y proyectiles de Mauser, de arma larga y corta, pertenecientes a una fosa de Cádiz y en cuyo culo se puede leer «P.S. 1935» (Pirotecnia de Sevilla. 1935). «Podemos también saber la fecha aproximada de las muertes con la fecha del armamento con la que los mataron», precisa González, que recuerda que la balística les ayudó también a localizar la fosa de El Pando (León), el pasado mes de julio.

«Estos son los que localizamos en El Pando, fue con un detector de metales, buscando dónde podía estar la fosa común», apunta, mientras hace coincidir uno de los proyectiles con su casquillo.

La escena del crimen

Una vez se inicia la búsqueda de la fosa y se haya algún cuerpo, el arqueólogo René Pacheco y su auxiliar Nuria Maqueda se encargarán de recoger cuidadosamente todas las pruebas y elementos presentes en la «escena del crimen». «Hay una serie de indicios que determinarán que nos llevemos un cuerpo o no», precisa Pacheco, que explica que se fijan en varios aspectos.

Primero, las víctimas del franquismo rara vez son enterradas en ataúd, por lo que no aparecerán restos de madera, y segundo, estarán en una postura desordenada, nada de brazos paralelos al cuerpo o cruzados en el pecho, habituales en los enterramientos en los cementerios.

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El análisis de la «escena del crimen» permite conocer detalles de la forma en que las víctimas fueron asesinadas y ayudan a su identificación. Aquí, la fosa de Santalla. / C. Sánchez
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Detalle de objetos encontrados en una exhumación en La Martina. / C. Sánchez

Otras evidencias que aparecen en las fosas de represaliados son las «pruebas» de existencia de violencia, tales como algún orificio en el cráneo o el hallazgo de algún proyectil o bala en la zona utilizando el detector de metales.

El siguiente paso es fijarse en ciertas partes del cuerpo que permiten determinar el sexo de la víctima y un rango de edad, para ver si coincide con la descripción de la víctima o víctimas que se buscan.

«El desgaste de la dentadura o la falta de piezas dentales o las suturas craneales nos pueden servir en un primer momento para saber si estamos ante un sujeto joven o mayor », explica el arqueólogo, que añade que son las apófisis mastoides y la protuberancia occipital del cráneo, junto con la escotadura ciática de la pelvis, los signos que permiten diferenciar entre hombre o mujer. «Es un primer estudio de campo para saber si podemos exhumar ese cuerpo», apostilla.

Los huesos hablan

El trabajo continúa ya en el laboratorio con la limpieza del esqueleto y de todas las pruebas halladas en la fosa para un análisis más profundo. La labor de los antropólogos forenses es decisivo en esta fase, ya que en sus manos está certificar la muerte y confirmar el estudio previo realizado por el equipo de la ARMH.

Ellos realizan un informe a fondo de cada hueso para concretar aún más el rango de edad, confirmar el sexo y determinar su altura. «Mediante la medición del fémur y unas fórmulas matemáticas se puede dar una estimación de altura», cuenta el arqueólogo, que es útil a la hora de identificar a víctimas que habían hecho el servicio militar y, por lo tanto, fueron «tallados».

A continuación tratan de buscar patologías o enfermedades y, por último, determinar la causa de la muerte. En ese aspecto, en los restos óseos se buscan evidencias de disparos con arma de fuego, lesiones por arma blanca o de golpes con un objeto contundente. «Las puñaladas dejan marca, un corte limpio en los huesos», explica Pacheco, que recuerda el caso de Antonio Fernández El Cesterín, que presentaba un orificio en el cráneo por bala y dos incisiones por arma blanca en la zona del cuello.

Las heridas en zonas blandas, que no afectan al hueso, se pueden identificar por la presencia de restos entomológicos, que son moscas que llegan al cadáver cuando muere y que aparecen en orificios (boca, nariz, orejas y oídos) y también dónde hubo heridas abiertas. Tomando como ejemplo las de las víctimas halladas en El Carmen, Pacheco explica que una de ellas presenta fracturas en el brazo, posiblemente de un «culatazo», y otra en la pierna, a cuyo lado se encontró un proyectil.

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Los huesos aportan mucha información en el trabajo de identificación de las víctimas. / C. Sánchez

«Encontramos dos proyectiles, en las costillas y la pierna, con un orificio en el cráneo y restos entomológicos en el abdomen y las piernas, que es prueba de que tenía heridas abiertas en esos lugares», precisa Pacheco. Junto al segundo cuerpo no apareció ningún tipo de evidencia balística, pero estaba en postura lateral nada común y no de cúbito supino, boca arriba, que es lo habitual.

ADN, último paso

Desde hace unos cinco años, las muestras de ADN de la ARMH se envían el equipo argentino de Antropología Forense, que las analiza de forma gratuita para ayudar a la asociación ante su falta de recursos económicos. «A día de hoy las víctimas exhumadas en España están siendo identificadas en Argentina y es un orgullo contar con el apoyo de uno de los equipos de antropología más importantes a nivel mundial », destaca René Pacheco.

En los primeros años de actividad de la ARMH no se hacían muchas pruebas, pero cada día es más común que los familiares las pidan. «Estimo que entre 20 y 30 casos, de los centenares de cuerpos que hemos exhumado», añade.

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