Siempre mineros

Los prejubilados mantienen sus lazos con el sector y celebran Santa Bárbara , mientras lamentan que este sea el «triste final» del carbón.
V. Silván/ El Día de León
Fotos: César Sánchez

Ya no bajan cada día a la mina, han colgado el casco y la lámpara, pero este día de Santa Bárbara, su patrona, sigue siendo especial para ellos. Son prejubilados de una generación de mineros que, si nada cambia, será la última. Siempre mineros. Así se sienten, mientras las explotaciones de carbón de la provincia se quedan sin actividad, adelantando el cierre previsto para el 2018.

Raúl Castro, Alfonso Presa, Antonio Sampaio, Carlos Casado y Guillermo Rocha son algunos de los últimos mineros que se han acogido a la prejubilación, una de las salidas «no traumáticas» que prevé el Plan del Carbón como solución al problema social que supone acabar con la minería.

Ellos se sienten afortunados de poder poner fin a años de incertidumbres, de ERE, de meses sin cobrar un céntimo y de amenazas de despido, pero saben que hay muchos compañeros que no contarán con la misma suerte, a pesar de llevar muchos más de 20 años trabajando en las minas, y que quedarán «colgados».

«Me da mucha pena porque ves muchos casos de gente que lleva más de 20 años allí y que empezaron más jóvenes que yo, que no llegan a la edad o tenían otra categoría, con un coeficiente reductor menor», apunta Guillermo, que con el Año Nuevo cumplirá los 43 años ya prejubilado, después de 18 años trabajando en la Hullera Vasco Leonesa y acogiéndose a la medida que le ha permitido adelantarlo dos años.

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Guillermo Rocha, Carlos Casado, Antonio Sampaio,  Alfonso Presa y Raúl Castro, en Bembibre. / C. Sánchez

«Lo hicieron este año para que las empresas que cierren antes del 2018 puedan cumplir con el plan social, para que los que nos tendríamos que prejubilar en ese último año podamos marchar antes de que cierre la empresa», explica este bembibrense, que a punto a estado de tirar la toalla en estos años. «Piensas que puedes encarrilarte en otra cosa, pero piensas que llevas tantos años y tienes un trabajo estable.  Es un cambio grande, no es fácil tomar esa decisión», razona Guillermo, que ahora tendrá más tiempo para disfrutar de sus hijas, una de dos años y otra que nacerá en enero.

Alfonso Presa, que entró en la mina nada más cumplir los 18 años, también piensa en esos compañeros y espera que les busquen una solución justa para que no queden fuera del mercado laboral después de lo que han trabajado. «Hay mineros con 41 años y con 22 años de mina que se quedan, mientras que otros marchan con siete años», lamenta Alfonso.

Él pasó de Carbones Betania, cerca de la mina de Mile, a Campomanes Hermanos, donde estuvo 23 años hasta que la compró Victorino Alonso, que después le movió a Antracitas de Brañuelas y al pozo Salgueiro. En total, 25 años de ayudante minero, picador y vigilante que le permitieron quedar en casa en julio, con 44 años.

Alfonso confiesa que la mina fue su orgullo y su pasión y lamenta en lo que ha quedado el sector por la mala gestión que se ha llevado en los últimos años y en el que los trabajadores han acabado siendo los paganos de todo. «Sólo echo de menos a los compañeros, de la mina no me acuerdo ahora para nada», apostilla.

«Piensas que puedes encarrilarte en otra cosa, pero piensas que llevas tantos años y tienes un trabajo estable.  Es un cambio grande, no es fácil tomar esa decisión»Guillermo de la Rocha, prejubilado

«Hay mineros con 41 años y con 22 años de mina que se quedan, mientras que otros marchan con siete años»Alfonso Presa, prejubilado

«Si volviera a venir, volvería a ser minero otra vez. Es un orgullo para mí»Antonio Sampaio, prejubilado

A su lado, Antonio Sampaio, que se prejubiló el año pasado, también confiesa que no echa de menos la mina. «Para mí fue como la lotería, tenía ganas de quitarme esa incertidumbre de la cabeza y los malos ratos que he pasado. Me lo merecía y ahora toca vivir y disfrutar de mi familia», asegura Antonio, que llegó a estar diez meses sin cobrar. Este portugués de 46 años llegó a Bembibre, donde ya vivían unos familiares, a buscar trabajo y con apenas 22 años empezó a trabajar en Minex, en San Andrés de las Puentes.

Él también pasó a Unión Minera del Norte (Uminsa), que le fue moviendo a Brañuelas, Santa Cruz del Sil y Cerredo (Asturias). «Todos los días teníamos 45 minutos para ir y 45 minutos para volver», recalca Antonio, que reconoce que, aún así, lo más agotador fueron los ERE, uno tras otro, y ver a compañeros a punto de perder sus casas por no tener ingresos para pagar la hipoteca. «La gente que tenía unos ahorros fue tirando», añade Sampaio, al que todavía debe dinero la empresa y que, a pesar de todo, asegura que: «Si volviera a venir, volvería a ser minero otra vez. Es un orgullo para mí».

Nueva situación

Carlos no ha asimilado todavía la nueva situación, este domingo hace un mes que se prejubiló. «De momento es como si estuviera de vacaciones», asegura, dispuesto a disfrutar de más el tiempo con su hija y aprovechar las horas de luz porque «antes había días que no veías el sol, entrabas de noche y salías de noche».

Él empezó a trabajar en 1992 y, con sus 44 años, ya ha pasado por las cuatro reconversiones mineras. «Con 19 años empecé en Minex, luego pasé a Brañuelas y después a Salgueiro. Lo que nos ha pasado a la mayoría en el Bierzo, que hemos acabado en las manos de Victorino Alonso y nos ha movido por las empresas», puntualiza este ayudante y maquinista de tracción durante 25 años.

En Uminsa también acabó Raúl Castro, facultativo de Santa Lucía de Gordón que empezó con 27 años en Samca (Teruel) y en la Hullera Vasco Leonesa, donde estuvo hasta que le echaron por denunciar la cesión ilegal de trabajadores de la contrata para la que trabajaba a la empresa matriz. «Se llega a un acuerdo amistoso para solucionar ese conflicto, pero como consecuencia me echan y, aunque me reconocen la improcedencia de ese despido, no me quieren readmitir», puntualiza Raúl, que así puso fin a su relación con la empresa minera para la que ya habían trabajado su abuelo, su padre y gran parte de sus familiares.

«Con 19 años empecé en Minex, luego pasé a Brañuelas y después a Salgueiro. Lo que nos ha pasado a la mayoría en el Bierzo, que hemos acabado en las manos de Victorino Alonso»Carlos Casado, prejubilado

«De vez en cuando subo hasta allí a ver a los compañeros y te pica el gusanillo de entrar y pasar un rato con ellos allí dentro»Raúl Castro, prejubilado

Eso fue «un palo muy fuerte» para este minero, que se sintió sin apoyo cuando «estaba luchando por algo que nos correspondía y que era justo». Ese paréntesis supuso un punto de inflexión que le permitió venir al Bierzo «a vivir al lado de mi familia, que estaba a una distancia grande de mi, para disfrutar de mi mujer y de mi hija y conocer otra minería más tradicional y unos trabajadores espectaculares, profesionales y buenas personas».

Raúl sí reconoce que echa de menos el pozo, no la rutina diaria, pero sí el disfrutar de una jornada de trabajo. «De vez en cuando subo hasta allí a ver a los compañeros y te pica el gusanillo de entrar y pasar un rato con ellos allí dentro», confiesa.

Las historias, los recuerdos y las vidas de estos cinco prejubilados, con sus matices, son las mismas que comparten cientos de mineros que han ido abandonando el sector del carbón en estos años, no sólo aquellos que se han acogido a la prejubilación, también aquellos que se han retirado y quienes tuvieron que optar por la baja indemnizada.

¿El final?

Los cinco creen que la minería de interior no volverá nunca a ser lo que fue y que en el sector minero que «alimentó» e hizo crecer las cuencas vivirá en los próximos años un «triste final». «Nos pueden vender lo que quieran los políticos, pero esto no vuelve a funcionar nunca más», opina Alfonso, que apunta a que «las minas buenas están machacadas e inundadas» y que harían falta cuatro o cinco años para preparar los pozos y volver a sacar carbón, sin contar que no quedarán profesionales para formar a nuevos mineros.

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El reportaje Siempre mineros en El Día de León. Publicado el 4 de diciembre de 2016.

«Hay que formar a los mineros y no lo haces en un año. Antes cada año podían entrar 15 o 20 chavales que se juntaban con la gente que llevaba 20 años de experiencia y les enseñaban. Cuando empezabas, marchabas alucinado cada día a casa de cómo trabajan aquellas personas y tú ibas cogiendo tu ritmo y al año ya empezabas a picar», añade.

«Al carbón nacional nunca», replica también Guillermo, que apunta a nuevas minas en las que el carbón ya no se extraería con la minería tradicional, mientras Raúl si confía en la continuidad de las explotaciones a cielo abierto y descarta la mecanización de los pozos de interior porque «tiene que permitirlo el yacimiento y en el Bierzo son normalmente capas de entre 60 y 80 centímetros».

De héroes a villanos

Así, sienten que desde ciertos sectores se ha tratado de «demonizar » al sector para justificar su cierre y los «palos» dados, mientras los mineros han pasado de ser héroes a villanos. «Ahora cuando dices que eres minero tienes que tragarte las palabras porque tienes a todo el mundo en contra», lamenta Alfonso, que ha visto como gente a su alrededor no entiende sus reivindicaciones y sus formas de protesta.

«Sí, es verdad que hemos cortado el tráfico un hora, pero lo hacíamos luchando por el futuro de una comarca.Ahora la minería ya no mueve nada, pero todo lo que hubo en el Bierzo lo hubo gracias al carbón. Nos castigaron injustamente y no merecíamos el trato que nos dieron» apostilla.

Señalados como ««privilegiados» y hasta «salvajes», no esperaban que el final iba a machacar» de esta manera a la minería. «Desde el 2011, anda que no hemos recibido hostias», afirman, mientras recuerdan todo lo ocurrido en estos cinco años. Ellos ya están en casa, sabiendo lo difícil que sería, de otra manera, tener un futuro después de la mina y encontrar otro trabajo. «No pasaríamos un reconocimiento médico, quien más quien menos tiene tocada la espalda», explica Guillermo, sin contar con los problemas en codos y rodillas o la dificultad para pasar una prueba de fuerza.

Para ellos, todos los actores implicados en el cierre de la minería han hecho las cosas mal y el resultado ha sido, como no podía ser de otro modo, «fatal» para el sector y para las cuencas. Por eso, esperan que haya una alternativa para las comarcas mineras y que sus hijos sí puedan tener un futuro en ellas.

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