El despertar de la memoria sumergida

El bajo nivel del pantano de Bárcena deja ver algunos restos de lo que fueron los dos pueblos que quedaron sepultados bajo sus aguas para remover de nuevo recuerdos y nostalgias en sus antiguos habitantes.
V. Silván / Agencia Ical
Foto: César Sánchez

“Mi ilusion es poder volver a ver las casas, aunque ya estarán todas en ruinas, y todos aquellos lugares que pisé cuando era niño”, confiesa Elidio Rodríguez, uno de los niños que hace más de 50 años tuvo que salir con su familia, dejando atrás su casa, las tierras y las pocas propiedades que tenían, del pueblo de Bárcena del Río, una de las dos poblaciones que quedaron sumergidas bajo las aguas del pantano de Bárcena y cuyos restos, a causa del bajo nivel del embalse, emergen estos días para “resucitar” memorias y recuerdos.

Entre el agua y el lodo se intuyen algunas viejas construcciones, los que debieron ser en tiempos muros de piedra y, en perfecto estado de conservación a pesar del tiempo, el puente sobre el Sil del Camino Real de Carlos III, que unía Congosto y Cubillos del Sil, y sobre el que todavía se puede andar. “Cuando baja mucho el agua incluso la gente puede cruzar por él, se conserva muy bien”, señala Rodríguez, que asegura que incluso ha habido años en los que las aguas han bajado más.

También se pueden ver los castaños, apostilla, “como esqueletos desnudos que se mantienen erguidos como para decir: aquí hubo vida en un tiempo”. Los antiguos habitantes de Bárcena y Posada del Río siempre han tenido a sus pueblos presentes, llenos de nostalgia y añoranza, que se reaviva especialmente en estos momentos porque “salimos de un pueblo que ya nunca volveremos a ver igual”.

«La gente lo tiene presente siempre y raro es el mes que yo no paso una o dos veces alrededor del pantano, hay una fuerza que me atrae a estos lugares»Elidio Rodríguez

“La gente lo tiene presente siempre y raro es el mes que yo no paso una o dos veces alrededor del pantano, hay una fuerza que me atrae a estos lugares”, asegura Elidio Rodríguez, que hoy en día preside la Asociación de Romeros del Pantano de Bárcena. Por ello, ha vuelto muchas veces cuando baja el agua, que es bastante frecuente cuando va a entrar el otoño, para “recorrer todo ese vacio de las tierras que quedan al descubierto y pisar y descubrir de nuevo esos lugares que conocía de niño”.

memoria bárcena pueblos sumergidos
Cuando baja el nivel del pantano es posible pasear por lo que hace décadas eran los prados de Bárcena y Posada del Río. / C. Sánchez

Un aspecto que destaca también el vicepresidente de lo ‘Romeros de Bárcena’, Enrique Enríquez, que apunta a la “emoción tremenda” que sienten estas gentes, que “lo tienen siempre en la mente, van a verlo y recuperar sus recuerdos”. “Todo el mundo tiene pueblo, sea grande o pequeño, bonito o feo, pero el problema es que esta gente ya no tiene pueblo, ni grande ni pequeño ni bonito ni feo”, destaca Enríquez.

El deseo de volver a ver su pueblo, Posada del Río, también está en el corazón de Odilo Ramón, que solo tenía ocho años cuando las aguas inundaron sus calles, casas, huertas y prados e inició una nueva vida con su padre y sus hermanos en San Miguel de las Dueñas. “Me gustaría volver a verlos, tengo recuerdos aunque era muy pequeño, sobre todo de la maestra y cuando ibamos a la escuela, de jugar de chavales en las calles”, cuenta Odilo.

Así, recuerda que su padre no quiso irse al nuevo poblado de Bárcena del Caudillo -ahora Bárcena del Bierzo- porque no veía bien acondocionadas las casas y tampoco le gustaban las tierras. “Si lo hubieran hecho más cerca de los pueblos de Bárcena y Posada hubiera quedado más unida la gente”, valora Odilo, cuyo padre, Benjamín Ramón, fue quien encontró hierro en su tierras, cuya explotación pasaría después a manos del conocido Coto Vivaldi.

“Aunque algunos dicen que fue mi abuelo Melchor Ramón, esas tierras ya había sido heredadas y fue mi padre quien encontró esa piedra, que resultó ser de hierro, en la huerta. El hierro estaba casi a flor de piel y, por cierto, a mi padre no le pagaron nada, a día de hoy el huerto está sin pagar” explica Odilo. Algunos testimonios indican que antes de pasar a Coto Vivaldi fue explotado por Federico Honigmann Kirdorf, conocido como ‘el alemán’ y que vivía en los alto de La Peña de Congosto.

La diáspora

Elidio Rodríguez recoge la historia de estos dos pueblos en el libro ‘Bajo las aguas del Sil’, que escribió con José Cruz Vega coincidiendo con la 50 aniversario del embalse de Bárcena. Para él, hubo tres situaciones distintas en el momento de abandonar los pueblos. Primero las personas mayores y los ancianos, para quienes fue un “gran trauma” porque suponia dejar para siempre los lugares en los que había pasado toda su vida. “Muchos no había salido nunca del pueblo y entonces dejar todo eso abandonado, el lugar donde pasaron su infancia y niñez, era muy doloroso”, explica.

Situación distitna era la de esas personas ya maduras y responsables del mantenimiento de una familia, para quienes salir del pueblo suponía “toda una incógnita”. “Tenían que enfrentarse a una nueva forma de vida, estaban acostumbrados a un precaria economía de supervivencia y sabían ya la tierra que tenían que usar para cada cosa, cuál era la mejor para sembrar las patatas o el trigo, para poner las viñas”, señala Rodríguez, que recalca la incertidumbre que supuso para ellos la nueva situación.

Y por último, los niños, que vivían el cambio como una aventura, “con ilusión porque no pensábamos en el futuro”. “Salíamos de un pueblo donde no teníamos luz eléctrica ni saneamiento a un pueblo nuevo con luz, donde podíamos escuchar la radio, ver los coches que pasaban por la carretera, entonces nosotros lo vivimos con ilusión”, recuerda Elidio Rodríguez, que contaba con trece años cuando piso Bárcena por última vez.

«Íbamos a nadar por las calles del pueblo y el agua ya cubría hasta la mitad de las casas, iba con amigos de San Miguel cuando íbamos con las vacas, porque todavía teníamos unos prados allí, hasta que ya se inundó del todo»Odilo Ramón

No eran conscientes de todos los cambios que supondría la construcción del embalse y la inundación de los pueblos. Odilo Ramón incluso recuerda ir a nadar por las calles de su pueblo cuando empezó a subir el nivel y el agua empezó a cubrir el pueblo. “Cuando ya estaba el agua en el pueblo, íbamos a nadar por las calles del pueblo y el agua ya cubría hasta la mitad de las casas, iba con amigos de San Miguel cuando íbamos con las vacas, porque todavía teníamos unos prados allí, hasta que ya se inundó del todo”, relata Odilo.

memoria bárcena pueblos sumergidos
Valle formado por el río Sil sobre el que se sitúa actualmente el embalse.

Crónica de un sacrificio

El proyecto del embalse de Bárcena llevaba décadas sobre la mesa y su construcción finalizó en 1956, pero no fue hasta dos años después cuando sus habitantes tuvieron que abandonar para siempre sus casas. El 31 de diciembre de 1958 ambos pueblos debían estar totalmente vacíos para empezar a recibir las aguas que acabarían sepultándolos y ya antes, en verano, cerraron las compuertas y las aguas comenzaron a cubrir las huertas más próximas al río. Una medida de presión para cerrar las negociaciones de las expropiaciones, que fueron largas y difíciles.

Cerca de medio millar de habitantes sumaban Bárcena y Posada del Río y que, tras despedirse de sus difuntos, que también quedarían sepultados bajo las aguas, cargaron todas sus pertenencias en los carros y pusieron camino a sus nuevos pueblos. Algunos fueron reubicados en el recién levantado poblado de Bárcena del Caudillo -que contó con la visita del mismísimo Franco en 1961, coincidiendo con la puesta de largo oficial del embalse-, otros optaron por iniciar una nueva vida en Ponferrada, Almázcara, San Miguel de las Dueñas, Cubillos del Sil, Columbrianos, San Andrés de Montejo o Villaverde de los Cestos, entre otros lugares.

Ahora, décadas después, desde la Asociación Romeros del Pantano de Bárcena celebran cada primer domingo de julio un romería con la que tratan de mantener vivo el recuerdo de estos dos pueblos “que tanto hicieron por el Bierzo y por España” porque, pregunta Rodríguez, “¿qué hubiera sido de la comarca sin un pantano del que tomar agua para consumo, el regadío o la energía eléctrica?”. “Es el sacrificio de unos quinientos vecinos que tuvieron que dejar todo para el beneficio de los demás, para ayudar al resto, por el progreso, y es justo que haya un reconocimiento y que se mantenga el recuerdo”, recalca. “Recuerdos de mi niñez, que hoy vienen al pensamiento, de mi pueblo, que no existe y está por aguas cubierto, dejando a sus habitantes dispersados por el Bierzo. Y como no puedo verlo, dejad que me lleve el viento a recorrer los parajes que conocí de pequeño…”, anhela en una de sus poesías.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *